¿Enseñar con
metodologías del siglo 18 a estudiantes que nacieron con la tecnología? El
momento de hacer cambios metodológicos llegó hace mucho tiempo.
Los colegios, las universidades y todos los
centros educativos son sólo espejismos si no cuentan con la presencia de estudiantes
y profesores, dos grupos humanos cuya situación simultánea es necesaria y
prácticamente suficiente al momento de desarrollar la tan mentada “academia”. Dos
grupos humanos, básicamente y en esencia eso es lo que son, pero compartiendo
con un abismo de distancia Personas con motivaciones, necesidades y sueños totalmente
diferentes que simplemente confluyen en un mismo espacio. Sin embargo el
pensamiento mágico de quienes muchas veces dirigen y enseñan en las
instituciones educativas los hacen ver como masas amorfas que totalmente
desprovistas de cualquier singularidad, únicamente “deben seguir la norma
establecida”.
Cuántas veces en nuestros países hemos
escuchado quejas sobre los sistemas educativos y sobre los modelos académicos
que pecan por tradicionalistas y hasta arcaicos, pero cuando existe la
posibilidad del cambio hacia una visión moderna, más desestructurada y y con una
visión que potencia la libertad de los protagonistas, resurge la negativa,
mostrando un apego casi enfermizo hacia patrones con los que crecimos y que
evidentemente hoy por hoy ya están “totalmente obsoletos”.
El aprendizaje sólo es posible cuando “participa
el que aprende”, es decir, cuando
tiene la posibilidad de lograr conocimiento con sus propios medios, cuando
tiene el albedrío de escoger contenidos, de escoger alternativas y
posteriormente traspolarlos a realidades. La mentalidad tozuda y fijada en el
pasado de que es el profesor o lo que es peor, es la unidad educativa la que
tiene la receta del éxito para alguien más, me parece peligrosa, pues un
principio de lógica básica nos lleva a pensar que el éxito, el futuro, las
capacidades y obviamente el conocimiento, radican en el interior de cada ser
humano, de ese joven que al ingresar a un sistema de escolaridad mediado por la
irracionalidad de los otros, lo obligan a pensar como ellos, a comportarse de
igual manera y lo que es más dramático, a cerrar sus posibilidades mentales a
nuevas y auténticas formas de aprendizaje y conocimiento.
El pensamiento ortodoxo hace que se convierta
en misión imposible la fusión entre calidad académica, flexibilización
curricular y modernidad metodológica y al parecer todavía muchos directivos y
académicos no logran entender cómo funciona. El habitual expediente académico
tienen que ver con la desconexión
que existe entre lo que se enseña en la universidad y el trabajo se realiza en
la vida real. Las habilidades que se piden en la universidad son muy diferentes
a las que se necesitan en el campo laboral. Y eso no tiene que ver con lo “que”
se enseña sino “como” se enseña, es decir, el tema es una metodología
empleada que esté acorde con los tiempos
actuales. Y eso es lo que todavía no logran entender.
Se necesita una forma nueva de enseñar para estudiantes
que les guste averiguar cosas
para las que no hay una respuesta obvia. Algo que no se está entrenando en la
universidad. Muchas instituciones son ese espejismo artificial, una burbuja que
premia a unos a otros en función de criterios pomposamente llamados académicos:
libros, sacarse buenas notas hacer lo
mismo de siempre, escribir en cuadernos, puntualidad en el horario, programas
rígidos, cumplimiento de los contenidos ¡como en el colegio! ¿Y dónde está el pensamiento reflexivo y
crítico? ¿la creatividad? ¿el emprendimiento? ¿la iniciativa personal? ¿la
discusión para crear algo nuevo? ¿el aprender a mirar más allá de lo que
existe? Curiosamente los alumnos de este
tipo no son los que suelen tener éxito en la universidad porque mentalmente no
están en el sistema tradicional.
Por otra parte, la mejor estrategia de los que fracasan en la vida laboral es esa zona de confort
para sacar buenas notas sabiendo lo que suele preguntar el profesor en cuestión,
y qué tipo de respuestas está esperando encontrar en un examen. Se preparan alumnos específicamente entrenados para tener éxito
solamente en el ambiente académico. Para el alumno de estos tiempos es mucho
más interesante, entretenido y motivador resolver problemas para los que no hay
una respuesta obvia.
Mentalidades pequeñas, subdesarrolladas y
completamente cerradas a nuevas alternativas son las que manejan los sistemas
académicos, queriendo hacer calzar procesos de siglos pasados con personas de
este siglo sin poder entender que las necesidades migran, que las sociedades
desarrollan y que los cerebros evolucionan.
Es increíble pensar que ni siquiera por empatía
o por propio recuerdo vivencial seamos capaces de cambiar las cosas en cuanto a
educación se refiere, aunque pensándolo bien, al ser humano le cuesta mucho
cambiar en términos generales y si este esfuerzo además es para que el
beneficiario sea otro…. la tarea se complejiza más. Y después lloran porque hay
deserción. Son dos grupos humanos conviviendo de manera diferente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario